DOLOR Y JUEGO

Como terapeuta y persona a la que siempre le ha interesado el desarrollo personal, llevo años mirando y reflexionando sobre mi niñez, identificando los momentos que me han formado y el efecto que han tenido en mi.

En las últimas semanas he tenido varias conversaciones sobre este mismo tema con mi madre, ya que mañana es el funeral de mi grandad, mi abuelo materno. Hemos hablado sobre la dificultad de compaginar los recuerdos agradables, felices, y el amor con los momentos de incomprensión, dificultad e incluso odio que se pueden llegar a sentir hacia un padre o una madre.

A lo largo de los años, en mi búsqueda de la conciliación de esta dicotomía, he encontrado que este daño que sentimos una mayoría de l@s niñ@s en el mundo occidental, empezó hace unos 7000 años. No me sorprende que lo sintamos tan profundamente sin entender por qué!

Personalmente me resuena la manera en la que se expresa Claudio Naranjo al respecto, aunque diferentes antropólogos, psicólogos y filósofos han llegado a conclusiones parecidas.

Claudio Naranjo dice que hace unos 7000 años la humanidad pasó por una temporada de dificultad, hambruna y tuvimos que hacer frente a obstáculos tremendos. Para esto fue necesaria la imposición de la autoridad masculina, la lógica y la agresión. Esto hizo que la abundancia femenina, la protección y el amor tomaron un papel secundario en una nueva orden y civilización del ser humano.

Esta supresión de lo femenino e imposición de lo masculino es lo que causa esa dicotomía de amor y odio hacia los padres y las madres tan prevalente hoy en día. Ya que de niñ@s no tenemos ningún condicionamiento, venimos abiert@s a todo, es el papel de los adultos a nuestro al rededor, sobre todo padres y madres, el condicionar, poner límites e imponer la autoridad.

Si ese condicionamiento masculino no se equilibra con la compasión y amor incondicional del femenino, vamos a sentir que no somos escuchad@s ni vist@s, por lo que se crea un resentimiento y sensación de abandono que muchas veces se reprime y esconde por que nos sentimos egoístas, culpables y "mal@s".

Si como niñ@ no encontramos la manera de expresar estas emociones, puede ser difícil gestionar y, consecuentemente, expresar emociones "negativas". Por lo que buscamos oportunidades de dejar el rol del niño oprimido y tomar el rol del adulto opresor, autoritario. De ahí el círculo vicioso que se repite generación tras generación de la rabia hacia el padre y/o la madre.

Pero, ¿Qué podemos hacer para romper este círculo?

Lo primero, aceptar que tomamos esos dos roles en nuestro día a día, los roles de oprimid@ y opresor@. Aceptación sin juicio, ni culpa, ni castigo. Esto no es algo que sucede en un solo momento, es un proceso cíclico de muchas capas a la que volveremos una y otra vez. Somos human@s.

Una vez aceptado esto, es importante darle ese amor incondicional a nosotr@s mism@s, a nuestr@ niñ@ interior. Encuentra la manera de conectar con ese niñ@ dañad@, de darle la oportunidad de expresar el dolor que lleva dentro, y ofrecerle todo el amor que nos faltó en otro momento.

Cada un@ tendremos diferentes maneras de hacer estas cosas. Personalmente, yo conecto con mi niña interior muchas veces a través del baile y estando en naturaleza. He encontrado que la escritura y el dibujo son maneras excelentes para dejarle expresar el dolor. Y el amor se lo ofrecen tanto mis mil lecturas de libros para jóvenes y adolescentes, como mis amistades.

Pero algo que engloba todos estos elementos es: el juego. El juego es lo que utilizan l@s niñ@s para procesar sus experiencias y es lo que necesita también nuestr@ niñ@ interior. Por lo que te invito a aprovechar cada momento en el que puedas jugar, usar tu imaginación y soltar lo que sea que esté dentro y que necesita salir.

La terapia de Drama y Movimiento Sésamo puede acompañarte en este mismo proceso de autoconocimiento y reflexión. Si te interesa explorar esta avenida, no dudes en contactar conmigo.

Un abrazo.

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